CONSEJOS

CONSEJOS PARA EL CUIDADO DEL ENFERMO

Alimentación del enfermo
  • Procurar que las comidas sean siempre a la misma hora y que el enfermo ocupe el mismo lugar en la mesa.
  • Si pide algún alimento entre horas, lo más conveniente es fruta, zumo e, incluso, distraerle con otra actividad. Si esto sucede de continuo, distribuir su alimentación en más comidas, de menor cantidad cada una.
  • Pedirle que colabore, a la hora de poner y recoger la mesa.
  • Poner la mesa, de forma sencilla y con vajilla irrompible y adecuada. Por ejemplo, los platos han de ser grandes y de un solo color, para que pueda distinguir las raciones.
  • Evitar las distracciones (por ejemplo, la televisión).
  • La dieta debe ser variada. Asimismo, es muy importante que beba líquidos.
  • Si el enfermo se ensucia, no se le debe regañar. Para evitar que se manche, se le puede poner una bata o un babero largo.
  • Si no sabe utilizar los cubiertos, permitirle que coma con las manos.
  • Comprobar siempre la temperatura de los alimentos.
  • Si el enfermo se levanta continuamente de la mesa, se le puede colocar entre la mesa y la pared.
  • Si no abre la boca, resulta útil tocarle en la barbilla o en los labios con la cuchara. También, es viable recurrir a la imitación.
  • Si el paciente presenta riesgo de atragantamiento, se ha de tener en cuenta que, en general, le costará menos tomar alimentos semisólidos, que líquidos.
Asear al enfermo
  • No introducir estufas eléctricas, en el cuarto de baño.
  • Guardar el secador y la maquinilla de afeitar y hacer que los use, solamente, cuando el cuidador esté delante.
  • Utilizar alfombras antideslizantes, en el interior de la bañera.
  • Si no se dispone de plato de ducha, colocar asideros (para ayudarle a que se meta en la bañera). No permitir que el enfermo entre y salga solo de la bañera.
  • Procurar que los grifos de agua caliente y fría estén bien identificados. Por lo general, los enfermos tienen disminuida la sensibilidad y son muy frioleros (por lo que aumenta el riesgo de producirse quemaduras).
  • En el mercado, existen los llamados “asientos geriátricos”, para el interior de la bañera, que permiten sentarse, si el paciente se cansa, o utilizarlos para lavarse los pies. Si no se tiene esta posibilidad, puede servir un taburete de plástico, no muy alto y que mantenga la estabilidad, dentro de la bañera.
  • Si el enfermo ya no es capaz de entrar en la bañera, se le puede asear de pie, apoyado en el lavabo o en la cama, según su grado de deterioro general. Para ello, conviene preguntar a un especialista cómo se realiza esta técnica.
  • Además de respetar al máximo la intimidad del enfermo, hay que tener en cuenta sus hábitos higiénicos: cuándo se afeitaban, cuántas veces a la semana se aseaban, si lo hacían por la mañana o por la noche, etc.
  • Resulta beneficioso hacer del baño un momento relajante y lúdico, por lo que se puede poner música suave de su época y dejarle que juegue en el agua.
  • No discutir con el enfermo, si no quiere bañarse. Es mejor esperar un rato y volver a intentarlo. Para animarle, conviene reforzar su imagen: decirle lo guapo o lo limpio que va.
  • Aprovechar el momento del baño para observar el estado de la piel, en busca de heridas, enrojecimientos y hematomas.
  • Ayudarle a secarse bien, sobre todo los pliegues cutáneos -las ingles, las axilas, los pliegues entre los dedos y debajo del pecho-.
  • Instarle a colocarse delante de un espejo, para que termine de arreglarse.
Utilización del WC
  • Identificar el baño con un cartel en el que se lea “WC” y se vea el dibujo de un inodoro.
  • Procurar que el baño se encuentre cerca de la habitación, donde pasa la mayor parte del día.
  • Tratar que el enfermo vaya al servicio, aproximadamente, a las mismas horas todos los días -aunque no tenga ganas- y mantenerle sentado un rato.
  • Restringir la ingesta de líquidos, dos horas antes de acostarle (para que no se orine por la noche).
  • Observar comportamientos que indiquen que desea ir al WC.
  • Colocar asideros en la pared, específicos para el WC.
Vestir al enfermo
  • Colocar en el armario sólo la ropa de temporada. Identificar, con dibujos, dónde se encuentra cada prenda (calcetines, ropa interior, camisas…).
  • Elegir con el enfermo la ropa del día siguiente y dejarla colocada, en el orden en que deberá ponérsela.
  • Intentar que el enfermo guarde sus cosas siempre en el mismo sitio. De esta forma, resulta más difícil que se le olviden y se evita que piense que se las han robado. Además, conviene tener un recambio de los objetos personales más utilizados y necesarios, por si los pierde.
  • Cambiar los botones y cremalleras, por tiras de velcro. Utilizar prendas de una sola pieza, elásticas y no ajustadas.
  • Es conveniente sustituir los zapatos de cordones por otros con cierre adhesivo, de suela antideslizante, sin tacones y de horma ancha.
  • No anticiparse ni meter prisa. Dejar tiempo para que el paciente se vista solo y, si no es capaz, intentar darle órdenes sencillas sobre lo que debe hacer. Recurrir a la imitación, si es necesario.
  • No pensar que el enfermo ya no puede hacer nada. Quizá, sea capaz, por ejemplo, de estirar el brazo para meter la manga y sólo precisa su indicación.
  • Si el enfermo no se sostiene de pie o sentado, se le debe poner primero la ropa de la parte inferior, mientras se encuentra en la cama. Después, al incorporarle para sentarle en la silla, se le pueden subir las prendas. De esta forma, ya sólo quedará la ropa de la parte superior.
  • Si es posible, terminar de arreglarle frente al espejo -le ayudará a que sea capaz de reconocerse, durante más tiempo-.
Dormir al enfermo
  • Procurar mantener activo y despierto al enfermo, durante el día. Después de comer, se le puede permitir media hora de siesta o reposo (preferiblemente, sin acostarse en la cama).
  • Asegurarse de que la temperatura de la habitación es la adecuada.
  • Procurar un ambiente tranquilo, sin ruidos y con luz tenue.
  • Retirar los objetos, que puedan asustarle.
  • Es conveniente que, de noche, tenga a la vista un despertador grande y luminoso.
  • No dejar ropa a mano, porque puede desorientarse y pensar que es hora de levantarse y vestirse.
  • Antes de acostarse, establecer una rutina de actividades para que identifique lo que debe hacer. Por ejemplo: tomar en vaso de leche, ir al WC, lavarse, ponerse el pijama y acostarse. Asimismo, puede ayudarle poner siempre una misma música suave, mientras se realizan estas actividades (de manera que asocie la música con dormir).
  • Procurar acostarle y levantarle, siempre a la misma hora.
  • Si el enfermo se levanta por la noche, llevarle hasta la ventana, subir la persiana -que él mismo vea que es de noche- y ayudarle a volver a acostarse.
  • Si, a pesar de los cuidados, no se consigue que duerma, consultar al médico. Existen medicamentos muy eficaces para dormir.
Mantener la movilidad del enfermo
  • La actividad más sencilla es salir a pasear. Es gratificante ir por los lugares que le gustaban, tranquilamente, haciendo pequeñas paradas para descansar.
  • Poner música dinámica y animarle a bailar, moviendo todo el cuerpo.
  • Resulta muy útil realizar ejercicios sencillos: aplaudir, agitar un pañuelo o decir adiós con la mano.
  • Procurar al enfermo la ayuda necesaria, para poder desplazarse, con la mayor autonomía posible. Antes de realizar los traslados en sillas de ruedas, probar a utilizar un bastón, un andador o la ayuda de una persona.
La seguridad en el hogar del enfermo
  • Colocar el botiquín y los productos de limpieza, siempre lejos del alcance del enfermo.
  • Los cables de los sistemas eléctricos deben estar correctamente colocados, en trayectos altos y tapados. Poner protectores en los enchufes.
  • Guardar bajo llave los objetos punzantes, cortantes y peligrosos.
  • Sustituir la cocina de gas por una eléctrica. Si supone un gasto que no se puede permitir, cortar el gas, cuando no se vaya a utilizar.
  • Cubrir los radiadores, con muebles protectores, asegurándose de que están bien sujetos a la pared.
  • El enfermo puede olvidarse un grifo abierto; por tanto, procurar tener cerradas las llaves de paso del agua, cuando no haya nadie más en casa.
  • Si se van a realizar cambios en el hogar, procurar no llevarlos a cabo, de forma brusca, para no desorientar al enfermo.
Evitar el riesgo de pérdida del enfermo
  • No permitir que el enfermo salga solo de casa e, incluso, estando con él, asegurarse de que la puerta de la calle está cerrada y se ha echado el pestillo.
  • Colocar un colgante musical encima de la puerta, de manera que si el enfermo consigue abrirla, se pueda dar cuenta.
  • Es adecuado el uso de pulseras o collares, donde se indique la enfermedad que padece y el número de teléfono o dirección, donde deben llevarle, si alguien lo encuentra.
  • Avisar a los amigos, comerciantes y vecinos del barrio de la enfermedad que padece, para que nos avisen si lo ven solo.
Evitar el riesgo de caída del enfermo
  • Revisar el estado de sus pies.
  • Revisar el estado de la vista.
  • Conviene disponer de pasamanos en los pasillos.
  • Es posible que pueda caerse de la silla al quedarse dormido o, por el contrario, a causa de la inquietud. Para evitarlo, procurar tener sillas pesadas, con brazos laterales y, en caso de que se duerma, arrimarlo a una mesa, colocándole los brazos apoyados en ella.
  • Procurar ordenar la casa, dejando espacios amplios y sin obstáculos, en las zonas habituales de paso.
  • Asegurarse de que en la vivienda exista una iluminación adecuada.
  • Colocar bandas antideslizantes en las escaleras, de un color que destaque -para que el enfermo pueda identificar los cambios de altura-.
  • Eliminar las alfombras o fijarlas al suelo.

CONSEJOS PARA EL PROPIO CUIDADOR

El cuidado de un enfermo de Alzheimer supone un trabajo muy difícil, en el que se involucran muchos sentimientos. Resulta fundamental el reconocimiento y la aceptación de estos sentimientos, por parte del cuidador. De esta forma, podrá tolerarlos y controlarlos mejor, de manera que no interfieran en la atención a sus propias necesidades -indispensable, para poder atender las del enfermo-.
A continuación, exponemos algunos consejos para el cuidador:
  • Tener presente que necesita cuidarse a sí mismo.
  • No aislarse. Mantener, en la medida de lo posible, un contacto regular con amigos y familiares. Disponer de un lugar, donde poder hablar de ciertos sentimientos (tristeza, desesperación, dolor, ansiedad, rabia, irritación…), con alguien de confianza o con otras personas, que se encuentren en situaciones parecidas.
  • Permitir que los demás le ayuden. Buscar el apoyo de las Asociaciones de Familiares de Enfermos de Alzheimer, ya que compartir las experiencias ayuda a aceptarlas, tolerarlas y controlarlas mejor.
  • Adaptar el plan de vida a la nueva situación. Organizar y planificar cada día.
  • Periódicamente, disponer de algún día de descanso, en el cuidado de la persona enferma. Encontrar un sustituto para que atienda al enfermo, cuando el cuidador quiera ausentarse (en vez de renunciar a ello).
  • Existen instituciones -como los centros de día- que ayudan a aliviar la enorme tarea del cuidador, al hacerse cargo del enfermo, durante unas horas al día. Estos centros resultan el lugar ideal, donde poder delegar algunas tareas que pueden resultar más conflictivas -por ejemplo, bañar al enfermo-. Asimismo, suponen, junto con las Asociaciones de Familiares de Enfermos de Alzheimer, un lugar donde relacionarse, con otras personas en situaciones similares y desde el que acceder a diversos tipos de servicios y actividades.
  • Procurarse alegrías y no perder el sentido del humor. Buscar actividades que resulten satisfactorias.
  • Recordar siempre que el comportamiento del enfermo y su estado de ánimo son consecuencia de la enfermedad.
  • Valorar y rememorar el pasado del familiar enfermo, aceptar la situación presente y aprovechar los buenos momentos que pueda tener al día.
  • Convencerse a sí mismo de que hace todo lo que se puede hacer en el cuidado del enfermo.
  • En ocasiones, aparecen circunstancias en la vida del cuidador (problemas de salud u otras responsabilidades), que obligan a pensar en el ingreso del enfermo, de forma más o menos definitiva. Éste es el momento de escoger, cuidadosamente, el tipo de centro más conveniente y luchar contra el sentimiento de culpa, que puede aparecer.

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